En el barrio Santa María, hasta hace poco más de un año, la precaria red de alcantarillado sanitario existente colapsaba con cada lluvia y convertía la calle Choferes del Chaco y sus transversales en verdaderos arroyos de aguas pestilentes, que se abrían paso entre los patios y las casas.
El olor nauseabundo de los efluentes cloacales permanecía durante días –y hasta, meses- en el ambiente. En ese entorno insalubre, los vecinos transitaban sus días, expuestos a infecciones y otras enfermedades.
Aquellos tiempos han quedado en el anecdotario de la comunidad que, aunque los recuerda con cierta angustia, sabe con certeza que no volverán. Los vecinos son testigos en estos días de la colocación del empedrado en el sector donde fue enterrado el tubo principal de 90 centímetros de diámetro, suficiente para abastecer la demanda del servicio de unas 300 familias.
Su instalación forma parte del Programa de Saneamiento Integral de la Bahía y Área Metropolitana de Asunción, ejecutado por el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones (MOPC).
En San Lorenzo, las obras de alcantarillado sanitario contemplan la rehabilitación y extensión de 131 kilómetros de tuberías y la ampliación y modernización de la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales (PTAR), con una inversión total prevista de G. 156.032 millones. Beneficiarán directamente a unos 160.000 pobladores de la ciudad e, indirectamente, a todos los del Área Metropolitana de Asunción (AMA).
Con su puesta en funcionamiento, la PTAR contribuirá a reducir los niveles de contaminación del arroyo San Lorenzo y, en consecuencia, del emblemático lago Ypacarai, del cual es afluente, a través del arroyo Yuquyry. A cargo del Consorcio Sanitario San Lorenzo, son financiadas con un préstamo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La empresa tiene un plazo de 30 meses para concluirlas, más 12 meses de operación.
“De tarde, cuando hacía mucho calor, el olor era insoportable”
Al igual que sus vecinos, Sonia Cano es una antigua pobladora del barrio Santa María, donde vive con su familia desde hace 37 años. Como a todos, le ha tocado vivir la experiencia de ver su casa inundada de aguas negras, durante meses. Hoy, valora poder “circular sin miedo” porque, hasta hace un año atrás, “la cloaca reventaba en la vereda, incluso adentro. Y, como teníamos agua de pozo, nos afectaba mucho, porque contaminaba totalmente nuestra agua”.
Salir a pasear por el barrio, en aquellos días, era algo impensable. “De tarde, cuando hacía mucho calor y había sol, el olor era insoportable, no podíamos salir a la calle”.
En los días de lluvia, la situación se volvía insostenible. “El agua ingresaba en el patio de nuestras casas, en las habitaciones, y era insoportable”.
Llevar a su hijo a la escuela, en esos días, resultaba también muy difícil. “Teníamos que dar toda la vuelta o ir en colectivo porque era imposible transitar”.
Sobre el proceso de las obras, Sonia recuerda la primera visita de un grupo de ingenieros que los reunió para preguntarles cuáles eran los problemas que tenían y presentarles las posibilidades de solución. “Porque era un problema que veníamos arrastrando desde hacía muchos años”. Fue así como empezó todo. “Volvieron y nos mostraron las posibles soluciones para saber si estábamos de acuerdo. Y luego empezaron las obras. Y cada tanto venían a hablar con nosotros, a mostrarnos el proyecto, a informar si había cambios”.
La gestión social emprendida en esta comunidad fue clave para avanzar con la instalación de la nueva red, sin contratiempos. “Cuando existía algún problema o alguna situación con nosotros, ellos venían y solucionaban sin problemas. Eran muy abiertos. Les llamábamos y se acercaban a nosotros”.
Ahora, lejos ya de esa realidad, Sonia celebra poder cruzar la calle sin problemas, aunque llueva. “Estamos muy agradecidos. Hacía 37 años que, viviendo tan cerca del centro de San Lorenzo, era imposible circular y llegar a tiempo a ningún lado”.