Hace cinco años, Francisco apodado “Iko” fue condenado a ocho años en la Penitenciaría Regional de Pedro Juan Caballero, dejando de ser el joven prometedor carpintero de la ciudad. Hoy, intramuros y en la plenitud de sus 31 años, concluyó el secundario entre los primeros de su clase, improvisó una carpintería para trabajar; en el lugar enseña además a dos compañeros y espera recuperar su lugar dentro de la sociedad.
Con voz resuelta y jovial, Francisco dice que de su error salió fortalecido y se tiene fe, ha vuelto a sonreír y recuperó el amor de sus padres. Quiere abrir su carpintería y retornar con la frente en alto a su barrio San Gerardo de Pedro Juan Caballero donde jugaba a la pelota, coleccionaba quepis y comía barras de chocolate blanco en los días de paseo. “En el penal suceden cosas buenas, pero siempre se muestra todo lo malo”, enfatizó el destacado.
Todo en madera y palets, fabrica sillas, mesas, perchero con espejos, carteles, cuadros y hasta cuchas de animales tallados y barnizados, sobre pedidos. La construcción de muebles fue su gran pasión desde que empezó de mandadero en la carpintería de don Francisco, cuando tenía diez años de edad, más tarde viajó al Brasil a capacitarse en el rubro y empezó a fabricar modulares de cocina, placares y otros de gran porte también en placas MDF, madera enchapada y fórmica.
La forma de enseñar a otras dos personas privadas de libertad (PPL) es practicando paso a paso en corte, armado y tallado con las herramientas disponibles. Las exigencias son responsabilidad y buena conducta. “Iko” piensa que del negocio de la madera se puede sacar provecho y la mejor estrategia para encontrar trabajo después de un penal, es “prepararse estando en contexto de encierro y al salir en libertad dedicarse a un trabajo digno y así ayudar también a los demás”.