El gobierno de Pedro Sánchez tomó medidas acorralado por el crecimiento de los contagios y el colapso del sistema sanitario.
El 5 de abril España registraba 764 muertos en un solo día por coronavirus. Ocho semanas después, este 29 de mayo, sólo dos personas perdieron la vida por Covid-19 y, probablemente hoy o mañana no se registre ninguna víctima fatal por primera vez desde que se desató el brote. ¿Cómo pasó el país más golpeado de la Unión Europea por el virus de cientos de muertos diarios a casi ninguno?
La respuesta no se encontró en la “inmunidad de grupo”. Aún cuando el virus se ensañó con el país europeo dejando trágicas cifras (más de 27.000 muertos y 238.544 contagiados), sólo el 5% de los españoles está inmunizado. El resultado, extrapolado al total de la población, corresponde a “poco más de dos millones de personas” – de los 47 millones que tiene España, explicó el ministro de Sanidad, Salvador Illa, días atrás. Y añadió que lo que indica es que “no hay inmunidad de rebaño”, algo para lo que se requeriría que alrededor de un 60% de la población haya desarrollado anticuerpos.
Lo que sucedió en España y, hasta ahora, parece haber logrado detener el coronavirus fue un confinamiento severo de su población durante las primeras semanas y uno un poco más flexible las últimas, pero con hincapié en el protocolo de “distancia social”.
El Gobierno de Pedro Sánchez, sin embargo, ordenó la cuarentena cuando ya estaba acorralado por la tragedia: el 14 de marzo, día que entró en vigencia la cuarentena obligatoria en todo el país, ya se habían muerto 141 personas por COVID-19, y los hospitales comenzaban a verse desbordado con 7.641 casos acumulados. Para entonces, la opción era el confinamiento obligatorio o que el sistema sanitario explotase completamente.
Sánchez restringió todo tipo de circulación en una decisión histórica en democracia. Y así, la España de las terrazas, tapas y cañas se metió en casa. La policía y el Ejército salieron a las calles para garantizar que el confinamiento se cumpliera y sólo se permitió salir a comprar alimentos o a producirlos. Quedó prohibida toda circulación y los balcones tomaron el protagonismo.
El estado de alarma que rige en España desde mitad de marzo ha sido sucesivamente prorrogado cada 15 días. “Si no hay decreto de alarma, no hay capacidad para restringir la movilidad de la población, de nada hubiera servido el esfuerzo sacrificado y continuado que ha hecho el conjunto de los ciudadanos” durante el confinamiento, explicó la portavoz del gobierno, María Jesús Montero.
Durante el confinamiento, España registró muertes de a cientos cada día. El número más alto se contabilizó el 1 de abril, fecha en la que murieron 941. Para ese entonces, ya había 111.680 contagiados de coronavirus en el país.
El Gobierno de Sánchez se mantuvo firme con la necesidad de un confinamiento, explicaron que era la única manera de descomprimir el sistema de salud y de poner en pie hospitales de emergencia. Pero lo que empezó con un apoyo parlamentario total, con el correr de las semanas de cierre total cada renovación se hizo más difícil en el Congreso y hoy, la oposición ya cuestiona abiertamente el manejo de la pandemia por parte de la alianza entre el PSOE y el partido de izquierdas Podemos, liderado por Pablo Iglesias. El fin de semana pasado, por ejemplo, miles de españoles se manifestaron en las principales ciudades del país. Lo hicieron en coche y las enormes filas de autos coparon los centros de Madrid, Barcelona y Málaga, entre otras.
Once semanas después de comenzada la cuarentena, el virus parece controlado en la mayor parte del país. “Estamos en una fase de muy baja transmisión. Gracias a todos los hemos conseguido y estamos ya llegando a la parte final, nos va a costar un poquito todavía pero estamos en la parte final”, celebró el director de emergencias sanitarias, Fernando Simón. “Son los españoles los que han parado al virus unidos. Nadie tiene derecho a derrochar lo que hemos conseguido entre todos durante estas largas semanas de confinamiento”, argumentó Sánchez antes de la votación en la que logró la última prórroga del estado de alarma, hasta el 7 de junio próximo.
Con el virus -por ahora- controlado, el 70 % de los españoles estará el próximo lunes en la fase 2 del desconfinamiento por la pandemia de coronavirus. En esta etapa “intermedia”, bares y restaurantes podrán atender clientes en su interior, con un tercio del aforo y haciendo servicio en mesa, nunca en barra. Aunque el curso normal no debería reiniciarse hasta septiembre, las escuelas abrirán excepcionalmente para actividades de refuerzo, atender menores de seis años cuyos padres no puedan teletrabajar o celebrar las pruebas de acceso a la universidad. Teatros, cines, monumentos o museos abrirán con un tercio del aforo. La asistencia a espectáculos estará limitada a 50 personas en espacios cerrados y 400 al aire libre, con el público siempre sentado. El aforo a lugares de culto se amplía al 50%.
Así es la fase de la desescalada en la que se encuentra actualmente cada territorio:
Ocho provincias, entre ellas las muy turísticas de Málaga, Granada, Valencia, Alicante y Castellón, y varias comarcas pasarán a la fase 2, mientras que cuatro pequeñas islas pasarán a la fase 3. En esta etapa “avanzada”, todos los comercios, incluidos grandes superficies, podrán operar con un aforo del 50% y una distancia de 2 metros entre personas. En restaurantes se ampliará también el aforo pero se mantendrá una estricta distancia interpersonal. Y, con una primavera que en muchas partes de España parece verano, También se autorizará el acceso a las playas.
Quedarán todavía en fase 1 – pequeños comercios abiertos “bajo condiciones estrictas de seguridad”, al igual que las terrazas de restaurantes y bares con aforo al 30%- Madrid y Barcelona, junto con algunas áreas de la región de Cataluña y casi toda la región de Castilla y León.
El gobierno recalcó que los cambios de fase «no significa olvidarse de las medidas de precaución” después de que en las últimas semanas se han visto algunos comportamientos imprudentes, en formas de aglomeraciones puntuales o fiestas privadas.
En una de sus últimas intervenciones, Simón informó que el sistema sanitario ha conseguido “reducir por debajo de las 48 horas el tiempo entre la primera consulta y el diagnóstico” de coronavirus: «Lo que permite pensar que si hubiera rebrotes de la epidemia, seríamos capaces de localizarlos suficientemente rápido”. La explicación de Simón busca poner certidumbre a la gran incertidumbre que enfrenta en estos días todo el país: una segunda oleada
España ¿condenada a una segunda ola?
El representante del Ministerio de Sanidad admitió que hay “mucha probabilidad” de rebrotes de la COVID-19 pero también ha insistido en el esfuerzo que se está realizando para que su impacto sea pequeño y si llega a producirse una segunda oleada en el próximo otoño tenga una incidencia “mucho menor” que la actual.
Siguiendo los criterios de la OMS, España primero controló la transmisión a fuerza de cuarentena y ahora comenzó la “desescalada”. “Que la transmisión esté controlada significa que las curvas epidémicas que hemos estado siguiendo todas estas semanas, especialmente la de hospitalizaciones y la de ingresos en la UCI, hayan bajado mucho, hasta niveles cercanos a la prepandemia, es decir, sobre principios y mediados de febrero”, explicó Fernando Artalejo, médico epidemiólogo, catedrático y director del Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Autónoma de Madrid. En declaraciones a Newtral, el portal de noticias de la periodista Ana Pastor, el primer paso es identificar y trazar precozmente los casos, para aislarlos… Ahí está el problema. Mientras en países asiáticos como en Japón o Corea del Sur hay «escuadrones de rastreadores” de brotes, en España los equipos están desbordados.
Cómo deberían funcionar estos equipos, con una estrategia que se repite cual mantra entre los epidemiólogos: la de las tres “T”: ‘test, track and trace’, es decir, testar, localizar y hacer seguimiento de los contactos estrechos de cada positivo para así romper la cadena de transmisión.
«Hagan test a todo caso sospechoso. Si dan positivo, aíslenlos, encuentren a quienes han estado en contacto estrecho hasta dos días antes de que desarrollaran síntomas, y háganles test también a ellos”, explica desde hace semanas la OMS. Esa es la llave para el día después. En España, es tarea depende de cada comunidad, no es nacional.
“Llegó un momento, a mediados de marzo, en el que llamabas a un familiar de un infectado, colgabas, te ponías a actualizar su ficha y al segundo sonaba otra vez el teléfono. Así las 24 horas del día. Era imposible, todo se desbordó. Dejamos de rastrear contactos y seguimos sin poder hacerlo. Y eso es preocupante”. Así explicó a El Confidencial el epidemiólogo Ignacio Rosell, uno de los asesores técnicos de la Junta de Castilla y León.
El diario español confirma las sospechas y suma aún más incertidumbre: no hay un plan a nivel nacional que coordine mínimamente cómo se va a llevar a cabo ahora este rastreo de contactos en cada comunidad. “En Barcelona, ciudad relativamente bien dotada de recursos, hay solo seis epidemiólogos en Salud Pública y cerca de 10 enfermeras de apoyo para realizar seguimiento de contactos. Es decir, hay un médico especialista por cada 935.000 habitantes, cuando la recomendación del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades y la OMS es de uno por cada 100.000 habitantes”, grafica El Confidencial.
Sin un vacuna, el rastreo de contactos es la única forma de salir con éxito de las cuarentenas porque si ocurriera un rebrote, sería posible controlar a todos los sospechosos, aislarlos y evitar que descontrole el contagio.